Domingo de Ramos, Domingo del Niño, Domingo de Ilusión, de salir y gritar a los cuatro vientos que creemos. Salir con Palmas y Ramas de Olivo a la calle para alabar a Dios y su Hijo. La Procesión de las Palmas, ese desfile de alabanza a Jesús, en el que las gentes de un pueblo se dirigen al templo para escuchar su palabra y para acompañarlo en su Entrada Triunfal en Jerusalén. Un pueblo representado por su futuro, su ilusión, su dedicación y su niñez. La Borriquita sale cada año con alegría, cuando el mediodía abre las Puertas del Carmen para que los Aguilarenses puedan ver a Cristo sumido en esa mezcla extraña de alegría y tristeza, de verse rodeado por su gente y de conocer su futuro. Pero el Domingo de Ramos es para los niños de mi pueblo, para los que sueñan y viven con una intensidad desmesurada cada momento. Este Domingo es, ante todo, de ellos, de esos que sueñan a lo mejor: con llevar el trono cuando crezcan.
Jesús, nos muestra el camino, ese que sigues, cuando eres niño, con fé ciega, ese que requiere sencillez, ilusión, desparpajo, sinceridad, frescura y sobre todo: alegría.
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